miércoles, 19 de febrero de 2014

De las mierdas y otros asuntos de vital importancia...

Hubo una vez un amigo que me pidió la mayor prueba de amistad para él concebible: se tiró tremendo pedo, más bien una bufa en todo rigor, y me pidió, suplicante y apasionado: "¡¡ Por favor, huélela con toda tu alma y dime que te encanta!!". Y yo, que por amor hago lo que sea, inhalé con toda la fuerza aspiradora de mis fosas nasales, y me embriagué del hedor de sus interioridades. "No está nada mal- le dije, tras unos segundos de angustiosa y consternada espera por su parte. Ante su rostro defraudado, me decidí a darlo todo: " Huele que te cagas"- ( nunca mejor dicho).
Y es que las mierdas dan para mucho: nos permiten conocer al otro, nos confrontan ante la dualidad suprema del "me gusta-no me gusta", abonan los huertos para delicia de muchos, y alimentan a las moscas, que también son criaturas de Dios.
Todo vale si navegamos juntos por la cisterna oceánica de la vida: no habrá cagallón que se nos resista, ni zurullo lo suficientemente repugnante y pestilente que no podamos sortear si vamos todos a una.
De las mierdas ha surgido incluso una ciencia, la mierdología, capaz de decirte hasta lo que piensas, según el color, forma, textura, tamaño, periodicidad, tufo y consistencia de tus sagradas heces.
Gracias a tu mierda, puedo decir que te amo. Porque si, con todo lo que cagas, y toda la inmundicia que a veces eres capaz de generar, aún me pareces el más hermoso de los seres, eso es amor, y todo lo demás se puede ir a cagar. O a tomar por el culo.
La mierda me recuerda que todos cagamos, todos sin excepción. Y eso nos iguala, nos hace hermanos y rompe todas las barreras que pueda haber entre nosotros, liberándonos así del estreñimiento crónico que veníamos padeciendo. Cagar o no cagar, he ahí la cuestión.
¡¿Y qué sería de mí sin la mierda?! ¿A dónde hubiera mandado si no, al último jilipoyas que se metió entre mis sábanas y me dejó toda la cama cagada? CACA- O- CACÁ- CACÁ-O-LALÁ ( me encanta Lady Caca).
Eres un mierda, una mierda pinchá en un palo (¡para más inri!: ¡además de mierda, pinchá!), vete a la mierda, eres un comemierda, cómete mi mierda; el que caga, otorga; dime con quien cagas, y te diré quién eres....

  Ya lo decía mi amiga Zurullicia en los albores de nuestra adolescencia : "cuando puedes tirarte pedos y disfrutar de ellos con tu pareja, sabes sin duda alguna, en lo hondo de tu corazón, que has encontrado al amor de tu vida". Y razón no le faltaba: ella acostumbraba a hacer concursos de cuescos con su novio, y se lo pasaban en grande. Llevan toda la vida juntos, como a la antigua usanza, son padres, y se quieren un montón. Yo, que soy más romántica, y en esto de las flatulencias siempre tuve mis reparos, sigo aún esperando al príncipe de las galletas de Bekelar, ése que no caga.

Y si me disculpáis, respetable público, necesito ir al retrete....