sábado, 29 de noviembre de 2014

Los malos hombres

 Mal hombre eres, que abandonas,
que no atiendes a tu mujer si enferma,
que la concibes como máquina de fabricarte descendencia,
y como tal maquinaria, la tratas y denuestas.
Más cuidado empleas en las ruedas de tu coche
que en atender a la que te amó
y amó al fruto de su vientre.

Mal hombre que amenazas con lesiones y asesinatos,
malo donde los haya,
rastrero, mentiroso y ladino,
infiel y calenturiento,
manipulador y enfermo,
drogadicto, ilegal y pendenciero,
que ganas tus partidas a base de debilitar a la madre que ama,
a la que todo hace y supera por dar amor y respeto a su criatura,
a la que con fiebre sigue cocinando,
a la que le duelen los huesos y el alma,
y trabaja fuera y dentro,
y pierde a sus criaturas por canallas
canallas de medio pelo que nada valen
que se cagan en la vida y la inocencia
que sólo piensan en su consumo egoísta;

Hombre malo y demente, cobarde y orate,
que por ti mi hijo y yo sufrimos y padecemos:
carestias, falta de nutrición, falta de amor, falta de sueño;
hombre amparado por una sociedad canalla,
mediocre, sin corazón, abaratada.....

Púdrete por siempre en el infierno,
y que la tierra santa no vuelva a conocer jamás
de las malas artes de quienes masacran la inocencia.
Tú no vives más en mí, ni mereces más sustento.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Circuitajes adrenalínicos o el yin-yang de la química humana


La adrenalina, a la que llamaré sustancia yang o masculina, es aquella que nos induce a la acción, a la defensa, a la alarma, a la huida, a correr, a hacer un esfuerzo más allá de lo habitual. Es intensa y afilada, acelera el ritmo cardíaco, tensa la musculatura y nos produce calor, fuego, temblor, pulsión y movimiento. Si la llamo masculina es sólo a efectos descriptivos, sin pretender entrar en discursos de género o políticos de ninguna clase.
Si bien su función en condiciones óptimas nos permite movernos y ejercer la acción, su producción desmesurada nos hace agresivos, aguerridos, tensos, nerviosos, irritantes e irritados. La adrenalina invade el torrente sanguíneo cuando se detectan posibles amenazas para nuestra integridad física, mental y emocional. Y si hemos sido personas excesivamente expuestas a la amenaza constante desde que nacimos (empezando por el propio patrón perinatal que imprime nuestro circuitaje neuronal con una impronta de difícil reparación; casi como los cimientos de nuestro esqueleto psicoafectivo), viviendo en un entorno de agresividad o maltrato de alguna naturaleza, nos hemos convertido probablemente, sin darnos cuenta, y de la forma más inocente y sabia, en un cuerpo adrenalínico, adicto a las emociones fuertes y a la constante producción de fuego y acción, incluso cuando dichas condiciones de peligro hayan desaparecido en nuestro entorno físico inmediato.
Las dinámicas familiares violentas tienen como primera consecuencias química el tornarnos adrenalínicos. El método Estivill, que más que método, es barbarie, consiste en colapsar el cuerpo del pobre bebé indefenso, que es encerrado en su cuarto a oscuras y a solas "para que aprenda a dormir". Desde luego, lo único que le va a suceder a la pobre criatura, es que va a padecer un cruel colapso de su sistema nervioso, al verse abandonado en la oscuridad sin sus padres, iniciando un llanto desesperado que es su respuesta sabia de petición de socorro ante una situación de estrés agudo en la que siente amenazada su vida y su supervivencia. Su cuerpo entra en la tensión y la ansiedad propias de la adrenalina, que trata de dar respuesta a tamaña situación de indefensión y peligro para el bebé o niño pequeño. Cuando, al cabo del tiempo, y dado que los padres no acuden, su sistema está a punto de la crisis nerviosa y del paroxismo sufriente, el cuerpo, de nuevo en su sabiduría y amor por la vida que es, recurre a una solución drástica de paliación: invade el cuerpo con una producción masiva de oxitocina (la hormona "contraria" a la adrenalina, también llamada la hormona del amor, de la paz, de la relajación, del parto o yin) para anestesiar y relajar al cuerpo destrozado por la experiencia de colapso aterrante. Es entonces cuando el niño se duerme por los efectos de la oxitocina, y los ignorantes de turno sonríen triunfantes alegando el éxito de este método de tortura de personas especialmente vulnerables.

Tratemos de imaginar cómo estará nuestro cuerpo tras una exposición prolongada y constante a situaciones que requieren de adrenalina para su adecuada resolución. Y en qué oasis inaccesible quedará la hormona del amor, siempre asociada a situaciones de máxima tensión y peligro. Habremos creado a un ser tenso e infeliz, que cree que la vida es un tiovivo constante, y que el amor es la resulta de la tolerancia extrema al maltrato y al sufrimiento. Las relaciones tóxicas están pues aseguradas, y el sadomasoquismo emocional será nuestro patrón de conducta relacional. En nuestra búsqueda del bienestar, buscaremos estrés inconscientemente, o, algunos ya, con gusto y alevosía.

Para quien ha padecido esto, no le queda más remedio que, si desea volver a ser feliz y llevar una vida saludable y tranquila, recuperar el equilibrio químico incorporando oxitocina a su esquema químico transtornado. La primera medida a tomar, como en todo proceso de deshabituación, será la del contacto cero con las personas y situaciones que operan de igual modo: maltratadores y sujetos agresivos, estén donde estén y sean quienes sean ( familia, parejas, amigos, conocidos, vecinos o posts de facebook). Esta etapa es ciertamente durísima y difícilmente puede superarse sin apoyo de alguna clase, médico o personal. Nos estamos desenganchando de la droga más dura que existe: la adicción a ser sujetos adrenalínicos.

Amor no es abandono, indiferencia, sadismo ni victimización. Amor es oxitocina: placer, confianza, recepción, paz profunda, calma, suavidad. La adrenalina sirve para bailar, correr, patinar y hacer el amor. O para jugar a la lucha rusa al amor.

Yin-Yang: circuitaje de vida, principios magnéticos de la creación, polo positivo y negativo de las pilas existenciales, hombre y mujer, dualidad binaria creativa, lenguaje analógico, dos hebras del ADN......de a dos se entra en el paraíso. Que tu oxitocina y tu adrenalina bailen el exquisito baile de los que se complementan y aman.