jueves, 21 de abril de 2016

La psicopatía carnista

Las mafias, cultos demoníacos, organizaciones criminales y sicarios profesionales, y en general, cualquier clase de psicopatía organizada, tiene unos mecanismos concretos de sellar los lazos enfermizos de entre sus captados o víctimas. Todos hemos oído hablar de cómo los pandilleros imponen a quien desea formar parte de su grupo la prueba de fuego de acceso, que suele consistir en la comisión de un delito.

Conocemos también la tesis sobre el triste caso de las niñas de Alcásser, y cómo se barajó la hipótesis de que se tratara de un pacto de sangre para sellar y vincular a personas pertenecientes al crimen organizado.

Las misas negras incluyen siempre la ejecución de varios animales inocentes, y el Ku Kux Klan organiza asesinatos periódicos de negros con el fin de reforzar los lazos criminales entre sus miembros.

Toda vinculación criminal o sectaria se basa en el silencio sobre un acto punible. O sobre la aceptación tácita o expresa de un acto de violencia más o menos vergonzoso.

Cualquiera podría estar ahora retorciéndose incómodo al leer esto, pero no se plantea que, si no es vegano, lo cierto es que está participando en la masacre diaria y psicópata de miles de animales a diario, mientras que a la vez se cree un ser muy civilizado y digno de respeto, así como de exigirlo. Lo sepa o no, lo justifique o no, eso es lo que está haciendo.

El carnismo es el último eslabón de la esclavitud y el secuestro emocional del ser humano. El ser humano está siendo indoctrinado desde que nace, cuando es aún un ser desvalido e inocente, en la normalización y cosificación del asesinato de sus semejantes, los animales, bajo la burda mentira de que, por pertenecer a una especie distinta dentro del mundo animal, no son sujetos, sino objetos. Y no sólo en ello, sino en el sacrificio sangriento y ritualístico diario y, lo más enloquecedor de todo, la ingesta de los restos cadavéricos de su asesinato.

Esta barbarie se disfraza de numerosos eufemismos, convenientemente maquillando la insufrible la realidad: industria cárnica, filete, foia gras, chaqueta plumífera, huevos, producto lácteo, pesca de arrastre, omega 3 y sus beneficios en el colesterol, salchicha, barbacoa dominguera... y más basura pseudocientífica y sociocultural que sólo pretende cegar las conciencias humanas.

Cuando descubres que el huevo es la mucosa ovárica de una hembra, y lo dices, te llaman sujeta provocadora y grosera. Sensacionalista, te dicen. Exagerada. Hasta tal punto nos han ajilipoyado a todos.

Cuando les dices si se inclinarían a chupar las ubres de una cabra o vaca recién devenidas madres para tomar leche, o echarla en el café, o les invitas a que te saquen a tí un poco de la tuya con un sacaleches, te miran horrorizados, sin saber que eso es precisamente en lo que están participando, convenientemente parapetado tras un tetrabrick mentiroso que te enseña a una inocente vaca pastando en un lugar precioso. Mientras que en realidad, la vaca es violada por un  mamporrero que a menudo sufre de zoofilia patológica, es explotada, sufre de mastitis, descalcificación, le roban a sus bebés recién nacidos entre lágrimas y violencia digna de psicópata de libro y las succionan con maquinaria sin misericordia de ninguna clase y en la más total de las cautividades.

Si fuera verdad que existe una mafia de origen no terrestre y de ánimo malévolo y explotador, cuya principal misión fuera esquilmar y abusar del humano y del planeta, el carnismo es la mentira más falaz y repugnante que nos hemos tragado para darles el juego energético necesario para seguir siendo los inconscientes zombies participadores y financiadores de sus macabras y diarias misas negras con sacrificio ritual y sangriento de inocentes.

Somos piezas ciegas de un sistema de psicópatas, partícipes teledirigidos de un ritual negro, somos engañados vilmente cada día, nuestro psiquismo es roto y brutalizado respecto de los animales, y vamos por la vida pensando que somos de lo más listos y bondadosos. Mientras, con esa parte secuestrada de nuestro psiquismo, el mal campa a sus anchas, y nos roba la vida y la paz frente a nuestras propias narices y en cada comida diaria que se hace a costa de la vida de un inocente.

Eso es lo que está pasando. Sin tapujos, al desnudo. Puedes salir de ello en cualquier momento, ahora.

El carnismo es la adicción más fuerte que padece el ser humano. La más ciega, la más negada. Posee todos los rasgos típicos del comportamiento adictivo: quien la sufre, no la ve. Quien la sufre, la deniega con todos los argumentos habidos y por haber. Quien la sufre nunca le da la verdadera importancia destructiva que tiene. La niega taciturnamente.

Como el carnismo es la adicción más generalizada y consentida socialmente, es decir, es el vicio más generalizado en la sociedad, al problema de por sí ya peliagudo de sanar dicha adicción, se añade el de lo oculto que el hábito pernicioso o patológico se halla en el psiquismo colectivo.

Otra característica de una adicción es que se torna tal precisamente porque se ha acostumbrado al cuerpo a una química reactiva innecesaria y antinatural, de la cual el cuerpo ya no sabe ni puede desprenderse. La sustancia adictiva es por definición nociva para la salud e INNECESARIA para el organismo. Nadie se hace adicto al brócoli, al arroz o al agua....porque son alimentos naturales y buenos para nosotros. Nadie dice: no podría vivir sin brócoli. En cambio, prescindir del jamón de york, la pechuga de pollo o el queso se nos hace inconcebible, incluso nos irrita, ni de coña vamos a dejar de comernos eso, decimos. No podría vivir sin el queso, sin mi café con leche, sin mi bocata de jamón, sin mi cigarrillo, sin mi cerveza, sin mi marihuana, sin mi coca......cada uno desarrolla una adicción a algo ingerible o adicionable al organismo, y es obvio que siempre cree que es el otro quien tiene la adicción peor, pero no él. Con la devoración animal tristemente creemos esto también, aunque no es cierto. Los veganos de años somos la prueba viviente de que NO es necesario para vivir y tener salud. Los niños criados en el veganismo demuestran la mentira.

El especismo es la violencia más generalizada aún, la más inconsciente, la más silenciada, la más extendida, la más grave, la de mayores repercusiones generales, y, por ello, la que debemos erradicar en cuerpo y alma si realmente aspiramos a la paz social, a la de espíritu, a la espiritual, a la emocional, a todas las paces posibles.

El especismo es una violenta mentira. Una violenta esclavitud. Un tabú lleno de sangre y cadáveres. Es violencia en estado puro. Y si no lo abandonas, esa psicopatía forma parte de tu cuerpo, de tus hijos, de tu casa, de tu vida.

Y no lo sabes. No sabes en realidad de lo que estás formando parte. No lo sabes, porque si lo supieras de verdad, no podrías seguir formando parte de ello.

O al menos, eso espero.