jueves, 2 de junio de 2016

La relación de pareja

La relación de pareja es un binomio, un equipo, una asociación de a dos. Juntos se crea algo que no se da por separado, y ese algo es emocionante, es vivificante, es enriquecedor, es valioso, nos gusta, nos motiva, nos hace crecer, nos reta, nos llena de placer, nos emociona, nos saca de nuestras casillas, nos mejora, nos da paz, gustito, nos da un hogar, la posibilidad de formar una familia. Nos da inspiración, nos da tranquilidad. Nos da excitación, nos da dulzura, cariño.Nos da romance, nos da amor, maravilla, sueño, relajación gloriosa. Nos da profundidad, trascendencia, nos amplía, nos ensancha, nos da fortuna. Nos lo da casi todo. Para casi todos, la pareja es el pivote central de nuestras vidas adultas. De ella nace la vida, el nuevo tejido social. De la unión de un hombre y una mujer nace la vida. La pareja nos da la vida. Es aquello que orquesta el resto de cosas de manera genial. Y es aquello sin lo que ese resto no tiene tono y se torna flácido.

La relación de pareja es un todo completísimo donde elegimos al compañero para la ginkana que es la vida: nos gusta cómo juega, cómo es, sus habilidades, su esencia. Nos gusta estar a su lado. Nos gusta estar juntos.

La relación de pareja trae consigo tres elementos básicos esenciales: la maravilla ésa que se da, y que no sabemos por qué, no se da con nadie más así, de esa manera tan increíble como se da con quien elegimos como pareja. Es la magia, la chispa, el no-se-sabe-qué que nos mantiene unidos, que nos hace especiales como pareja, que hace que seamos nosotros y nadie más que nosotros. Es la pasión de pareja. Incluye el sexo como elemento de apego y de acercamiento, el sexo como pegamento. Es la intimidad de los que se atraen y se aman de esa manera con la que sólo se atraen y se aman los compatibles, cuando la chispa se da entre personas sin patologías notables (huelga decirlo). Es la admiración por el otro, la adoración del otro. Es tenerle en un puesto especial de nuestro corazón sin saber por qué. Porque es él. Porque es ella. Porque es como es. Si hubiéramos de emplear la analogía de la ciencia química, diríamos que es la carga positiva del átomo: la que activa, la que suma, la que hace crecer, la que es intensa y se proyecta hacia más.

El segundo componente es uno más neutro quizá, pero no por ello menos importante: la facilidad para convivir, para estar juntos en lo rutinario u ordinario. Es la comodidad que siento junto al otro en la casa, la facilidad con que me acoplo a su compañía, que me guste que esté cerca mientras trabajo y no  me moleste su presencia, que podamos incluso trabajar juntos. Es la clave para una convivencia exitosa: el otro me permite estar en lo privado casi como si estuviera solo: no me incomoda, no me corta, no me sobreexcita. Puedo estar con el otro en lo diario. Es lo que me hace ir al restaurante y estar cómodo en la manera en que el otro está en esas rutinas sociales; es poder ir al supermercado sin cargarme, es pasear sin grandes sobresaltos juntos. Por continuar con la analogía química, la compatibilidad de caracteres sería la carga neutra del átomo: no excita, pero no detrae energía tampoco. No es megaexcitante pero permite algo sereno y básico sin lo que el resto no podría desplegarse y desarrollarse, crecer y volar. Aquí los cónyuges son como amigos, como buenos compañeros de piso.                                                                                                                                                                      

El tercer elemento es lo que nos molesta y enerva del otro: es aquello que nos irrita o nos parece absurdo en el otro. Lo que no entendemos, o bien el defecto o la tara que vemos en el otro. Es su cabezonería, su frialdad repentina, sus manías absurdas, sus contradicciones. Son sus defectos de carácter. Es el material que permite la unión final y el sostenimiento de la pareja, pues la parte sombría de la pareja va presentándole retos y pruebas, con el fin de que ésta no pierda el tono y se torne fofa. El material negativo es el dragón que esconde el tesoro: son las pruebas de la ginkana. Son aquellas crisis que tras la superación conjunta, hacen a la pareja más pareja de lo que era antes. La unen, la conforman, la esculpen, le van dando forma. Son los electrones de la ecuación atómica del amor de a dos. Son esas cosas que no queremos aceptar en el otro, que no nos gustan, que nos sientan mal. Que nos remueven, que nos acongojan, que nos entristecen, que nos limitan incluso. Son las restas, las divisiones, las ausencias, los enfados, los malentendidos, los abandonos incluso. Y aquí es donde hay que comprometerse a no salir corriendo. Es el tercer componente del amor maduro y estable: el compromiso, la obligación aceptada voluntariamente. El "nos quedamos para el otro pase lo que pase". Sin dudas ni fisuras.

En la química de la pareja los tres aspectos de la misma deben darse de una forma que permita la estabilidad y adecuada transformación y evolución de la misma. El aspecto positivo es la chispa de ignición y lo que mantendrá el vínculo en los tiempos oscuros o escabrosos. Es la pasión. El enamoramiento.

 El elemento neutro posibilitará el goce de la convivencia y la formación de una familia. Es la camaradería, la amistad, la complicidad de los que se llevan bien.

Y el elemento negativo mantendrá a la pareja en forma y la hará mover el culo cuando tienda a apalancarse. Le hará separarse para volver a desear la unión. Le hará enfrentarse para volver a recordar cómo se valora la presencia del otro. Le hará retirarse para volver a recordar cómo se echa de menos al otro. Es el compromiso.

Cuando hay compromiso, pero no hay pasión, hay una pareja eficiente pero sin gracia. Cuando hay compromiso y sexo, pero no hay amistad, la pareja no prospera ni se lleva a término: hay un tórrido affair o una aventura. Cuando hay pasión y amistad, pero no hay compromiso, tenemos una relación light o que nunca pasa del noviazgo iniciático. Y se agota al final siempre pues no puede crecer sin el compromiso mutuo.

Cuando tenemos las tres cosas, podemos decir que efectivamente, estamos en pareja. Y esas tres cosas, en parte vienen dadas, y en parte requieren de un acto de voluntad. El compromiso es el broche de cierre de una pareja: es lo que la hace redonda y real. Es lo que te hace ir al trabajo todos los días aunque no quieras, porque quieres seguir teniendo una casa, una familia y un fin de semana en el mar. Es lo que te hace conservar las cosas.

La pareja, es, parece, un arte. Pues el material base nos viene dado, pero esculpirla y crearla es ya fruto de un acto de persistencia y de voluntad. Como todo acto creativo, tendrá sus picos y hondonadas, sus ciclos. Como todo acto creativo realmente fructífero, no saldremos corriendo ni abandonaremos la obra sólo porque nos presenta retos aparentemente insalvables. Si estamos lo suficientemente enamorados y motivados, seguiremos hasta el final adelante.