Bienaventurado amigo
que a esta silla hoy te arrimas
depositando en sus huecos
las sobras de la barriga;
recuerda los tiempos antiguos
de las cobrizas bacinas
esparciendo sus despojos
al grito de "¡agua va, vecinas!.
Ya quedaron felizmente lejos
los años del orinal
de la insidiosa letrina,
nauseabundo lodazal,
de las carreras al río
a los montes, las esquinas....;
congratúlate, pues, gozoso,
del fresco trono de aguas
que a tu mando se retiran
con la ominosa carga
del trasero y/o la vejiga:
que gracias al humano ingenio hoy
con limpieza la evacuación se ventila
y gracias a nuestro primor
la blanca taza impecable brilla
para que tú, inestimable hermano,
nos honres con tu visita.
Elevada pues la dignidad del váter,
justo tributo a la historia,
e inundado su cónico espacio
con mayor o menor parsimonia,
sólo nos queda rogarte
que no dejes entre sus aguas
de tus interioridades ningún baluarte,
la cadena acciones gentilmente
sin dejar ningún recuerdo
y rocíes con spray el ambiente
si quedare olor a pedo.
Con esta oda quede honrado
el albo y fiel urinario
y tú quedes en paz vaciado
en este nuestro común rito diario.