martes, 14 de mayo de 2013

La cigarra y la hormiga

Había una vez una cigarra saltarina, que gustaba de brincar de instante en instante, pues está era su naturaleza. Se deleitaba en contemplar las hojas húmedas en la aurora, los rayos cambiantes del sol y los sonidos infinitos de la naturaleza. De su eterno juego y despreocupación nacían miles de historias, canciones y poesías, que la cigarra compartía con quien apareciera en su camino. Por las noches, se acurrucaba bajo el tallo de alguna planta y se cubría con alguna hoja fresca. Se quedaba dormida escuchando la suave nana de las estrellas y el rumor de la tierra oscurecida.
Había una vez un regimiento de hormigas, que gustaban de madrugar y salir en hileras perfectas a recoger alimentos y materiales para construir y mantener su estupendo hormiguero, pues ésta era su naturaleza. Abrían bocas de túneles y perforaban con sus patitas la tierra, iban y venían arrastrando migas de pan, pedazos de frutos secos, trozos de piruletas y hasta gominolas. De su organizado trabajo nacían extensos hormigueros subterráneos con varias recámaras y hermosas despensas repletas de todo tipo de alimentos. Trabajaban todo el día y por las noches se recogían en el hormiguero para descansar en la telúrica quietud del interior de la tierra.

Cuando se aproximaba el invierno, la cigarra empezaba a pasar un poco de frío y el alimento escaseaba. De ahí que su inspiración menguaba y se ponía melancólica recordando la paz que da el hogar.

Cuando se aproximaba el invierno, las hormigas dejaban de salir a sus trabajos cotidianos y su amado trabajo patrullero escaseaba, de ahí que su actividad menguaba y echaban de menos divertirse de alguna manera que les hiciera el invierno más llevadero.

Por eso, un día de finales de otoño, la cigarra tocó a la puerta de un hormiguero.
-¿Qué quieres?-dijeron las hormigas con sus finas voces aflautadas.
- Techo, alimento y compañía-respondió la cigarra un poco ronca.
-¿Qué traes?-le volvieron a preguntar las hormigas.
- Cuentos, canciones, poemas e historias sin fin-dijo la cigarra.
De la boca del hormiguero salió un clamor de alegría y excitación.
-Pasa, pasa-le gritaron todas las hormigas a la vez-nosotras te cobijaremos y tú nos divertirás con tus historias.
Y así ha sido desde entonces: las hormigas esperan con alegría a la cigarra a principios de cada invierno y ríen y cantan en los meses de reclusión estacional; y la cigarra salta con alegría el resto de año sabiendo que sus aventuras alimentarán las horas de ocio de las hormigas y que tendrá techo, comida y amistad en los meses de frío.
Y así, todas siguen su naturaleza y se complacen las unas a las otras, pues la cigarra no sabe organizar una despensa ni construir casitas subterráneas, y las hormigas no saben componer canciones ni inventar historias.
Y colorín colorado, el cuento del compartir confiado ya se ha terminado....

1 comentario:

  1. Hola Patri, me ha encantado tu cuento. Que sencillo puede ser todo y cuanto nos molestamos en complicarlo. Sigue escribiendo cosas asi. Besos.

    ResponderEliminar