viernes, 22 de julio de 2016

La espiritualidad en términos psicosociales

Adoremos al señor. Alabemos al señor. Hagamos lo que dice el señor sin rechistar. Los caminos del señor son imposibles de entender y cuestionar, pero todo lo hace por nuestro bien. El señor es el único que existe. No habrá otros señores más que él. El señor todo lo puede. Cuando mi cuerpo muera, el señor me recompensará con su presencia en un paraíso maravilloso. Mi cuerpo es pecado; los pecados de la carne. Mi cuerpo no es nada, materia corrompible. Hay que ser grato a los ojos del señor.

El señor así retratado es un abusador de libro: hay que adorarle para que esté contento, hay que estar todo el día hablando bien de él, hay que obedecerle sin abrir la boca. Hay que sufrir con su despotismo e irracionalidad, porque algún día (hipotético e impredecible) nos recompensará con nuestro servilismo con una paraíso incierto. El señor es un celoso y un controlador, pues no nos permite que consideremos la existencia de otros señores. El señor todo lo sabe de nosotros, es un espía o un paranoico, o las dos cosas. El señor es muy poderoso, por eso le tenemos miedo. No me extraña entonces que tenga tanto poder sobre una masa aterrada. Eso no es poder, eso es ejercicio abusivo del poder mediante la traumatización del ser humano. 

Querer que a uno lo adoren sin parar es un rasgo típico del narcisista perverso. Lo describe cualquier manual de psicopatología. Querer controlarlo todo y saberlo todo, también es típico de personalidades paranoides y con graves problemas de control.

Lo siento, pero ese dios no existe como tal. Es la máscara metafísica de un sistema de abuso palpable y real, difícil de tragar, pero real. No te evadas. Afronta el miedo, de otro modo, no escaparás de sus garras.

El señor se parece demasiado a las psicologías del maltratador que veo a diario en los casos penales que afronto o en las mujeres a las que trato de ayudar a escapar de sus maltratadores. Celosos, irracionales, cambiantes, prometedores de amor falso, controladores del cuerpo ajeno, embaucadores (enganchando a su víctima con falsas y vacuas promesas de mejoras en el futuro) y exigentes hasta un punto de demencia. 

El señor es un dictador con cara de buena persona. Como casi todos los dictadores de esta era nuestra tan dura: bajo sonrisas ecológicas y buenos modales, convenientes cubiertas de azúcar por todas partes, anuncios de vacas felices en el prado ocultando la barbarie de la explotación animal, mentiras que suenan de lo más cool, yace el abuso de siempre, que lucha por seguir controlando al otro, por apoderarse de su cuerpo.

Y la única razón por la que la religión denosta tanto el cuerpo, es porque lo quiere controlar y teledirigir mediante la mentira y el miedo, y quiere hacerlo, precisamente, porque sabe lo poderoso que es el cuerpo. Porque sabe que no hay nada más que eso, y nada menos. Porque sabe que somos un cuerpo, pero tiene que convencernos de otra cosa para poder usar nuestro cuerpo a su antojo.

No puedo en un artículo abarcar todas las interconexiones que ahora veo en la psicología del abuso, y de la cual la mayor parte de personas son aún inconscientes víctimas. Pero déjame decirte algo que tengo claro como el agua: la primera y más brutal indoctrinación en la psicología del terror viene dada por el carnismo o mentira de que hay que asesinar a nuestros hermanos pequeños en el mundo animal para comerlos. Una vez captado el ser humano ahí, ya forma parte del club del abuso, lo sepa o no, le guste o no, lo quiera o no. La eficacia de la maldad desplegada con esta argucia de control, es ciertamente propia de una mente muy inteligente y avanzada, pero de nulo o escaso valor empático o amoroso. Es  la mente propia de un psicópata: ladina, fría, eficaz, potente pero completamente odiosa de la vida, que sólo le sirve para fagocitarla cual parásito, y lo hace a través de cada uno de sus adeptos carnistas, esclavos inconscientes del sistema del mal instaurado por un dictador que se hace llamar Satán o Jehová, según te apetezca mirarle a una cara o a la otra. Al igual que la doble cara de los maltratadores, simpáticos por fuera a nivel superficial y social, unos torturadores malévolos a puerta cerrada cuando se saben seguros para herir y maltratar. La dualidad que le llaman los budistas, maestros del arte de la evasión mental y de no llamar a las cosas por su nombre.

Como el carnismo, o devoración, previo asesinato en masa, de nuestros entrañables, inocentes y pacíficos compañeros de vida, los animales, es introducida en las fases de la infancia más precoz, para cuando el ser humano tiene la capacidad de conectar al animal vivo con la infame cosificación de él realizada en una salchicha o un muslo de pollo, o una loncha de jamón de york, para entonces, como trato de explicar, el niño tiene ya establecido todo un circuitaje multinivel en su cuerpo de adicción a la proteína animal, la sangre, la mucosa vaginal animal y la cadaverina: un circuitaje químico, psíquico, inconsciente, social, trascendental y afectivo. 

El inconsciente no existe por sí mismo: el inconsciente se crea mediante la traumatización del ser humano. De ahí que muchas espiritualidades veganas y no veganas, insistan en la consciencia plena, es decir, que te enteres de todo lo que te pasa, que lo saques a la luz. Sólo entonces serás un ser de verdad con todos sus atributos reales. Por eso el veganismo es crucial para ser realmente consciente: tienes que destapar toda la trama especista que está atándote a un sistema abusador sin que realmente alcances siquiera a calcular el enorme impacto que el carnismo está teniendo no sólo en ti, sino en todos nosotros y el planeta!

Sólo afrontándolo podrás realmente afirmar que eres consciente, sapiente y autorresponsable. Sólo entonces podrás tener licencia para afirmar que eres bueno o malo. Sólo entonces serás libre para decidir si engrosas las listas del abuso y el terror, o las de la paz y la concordia. Pues mientras no elijas ser malo para los animales y despreciar abiertamente sus vidas con toda conciencia, no estarás definido como ser. Tu decisión tendrá consecuencias de toda índole: personales, sociales, espirituales, sensoriales, ecosistémicas y emocionales.

Si es verdad que la mies se separará del grano, y que al final sólo quienes aboguen de verdad por la paz heredarán la tierra, espero que tú seas uno de los coposeedores de la misma, pues esta tierra nuestra es el añorado paraíso, sus criaturas la pulsión misma de la sagrada existencia, y si tú aniquilas la vida, no eres parte de la vida, sino de la violencia y de quienes desprecian la inocencia.

Mientras el carnismo nos mantiene esclavos y drogados, violentos sin saberlo y sucios por dentro, los manipuladores hacen y deshacen en el mundo físico, el cual antes se encargan de presentarte como ilusorio en muchas doctrinas orientales (otra treta de manipulación mental) o como malo (los ricos son perversos, la riqueza te corroe el alma, los pobres son los buenos, etc).

Mientras tú debates sobre la raja de la habitación de la primera planta de la casa, los cimientos se pudren por momentos, pero están tan escondidos, que no se te ocurre mirar ahí. De igual manera, las gentes hablan de las guerras, el asesinato de aquí, la catástrofe de allá, mientras en la misma base de sus existencias, declaran una guerra a los animales de la peor violencia que ha existido nunca.¿Por qué crees que no ves mataderos por donde vives? ¿Por qué crees que Oscar Mayer no te pone un vídeo de cómo tortura a los cerdos? ¿Por qué crees que se hace un esfuerzo tan grande por ocultarte esto? ¿ Aún crees que no hay una razón, ciertamente no buena, para ello?

Te urjo a que hagas la transición al veganismo. Te puedo asegurar, como persona que fue una adoradora de la carne, una adoradora del mal sin saberlo, que no es posible calibrar la magnitud del daño generado con el carnismo mientras se está abducido por él. Al igual que el heroinómano no llega a entender el peligro en que pone su vida, o el alcohólico al volante puede calibrar la potencialidad homicida que tiene en ese momento de otros por su imprudencia.

Te aseguro que si lo haces, algún día entenderás mejor estas palabras, y de lo único que te arrepentirás, es de no haber hecho esto  mucho antes. 

Vuelve a la sanidad mental y corporal, y vuelve a tu naturaleza vegana  de la que nunca deberías haber sido secuestrado.





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