sábado, 13 de septiembre de 2014

Que paren el mundo, que me apeo

Hoy he decidido apretar el freno de mano de la maquinaria enloquecida del mundo, y me apeo. Que lo paren, que me apeo.
No logro entenderlo, ni podré nunca hacerlo. Simplemente, no puedo.
Como no lo entiendo, y muero cada vez que trato de entenderlo, y como no me gusta, me voy.

Me despido hoy de la farsa del mundo. Una farsa de principio a fin, donde, al igual que en los bucles informáticos, la única solución es salir del bucle.

Los propios presupuestos de este mundo me resultan incomprensibles, y, sobre todo, impracticables. Yo no comparto el destino de este tren, ni me divierten sus viajeros, ni me inspiran, ni me hacen reír, ni me cuentan bonitas historias, ni parecen querer escucharme cuando les aviso de que las vías están rompiéndose en pedazos.

No me estrellaré junto a vosotros. Porque amo la vida, y a los que la aman. Porque hay demasiados niños que sueñan y estrellas que brillan en el cielo. Porque hay demasiada belleza como para hacerle un feo. No voy a traicionar la vida.

Yo no entiendo el mundo, ni quiero entenderlo. No quiero entender la falta de ternura ni de juego. No quiero entender la falta de inocencia, ni la avaricia. No quiero entender los problemas sin causa, ni el miedo de las mentes enloquecidas. No quiero quejas que no quieren soluciones. No quiero enfermos que no quieren salud. No quiero victimas que no quieren libertad. No quiero verdugos que no quieren amor.

No quiero entender el vacío de quien renuncia a sus sueños. No soy cómplice de quien mata la niñez, la que está en los cuerpos pequeños, y la que vive en los corazones de los cuerpos grandes.

Me han mostrado una bifurcación, y ya he elegido mi camino.

He parado el tren del mundo, y yo me apeo. Hasta siempre, o hasta nunca, tú decides:

Carolina Espejo

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