Toma estas palabras como lo que son: nubes efímeras, formas variantes que se complacen en sí mismas, sin otra intención que la de jugar y pasar de largo, sin peso.Si quieres disfrutar de palabras que son nubes, yo las comparto aquí por el mero placer de compartir.
sábado, 18 de abril de 2015
Digamos IV
Digamos que tú eres la puerta. Supongamos que mi anhelo más profundo es amarte siempre, tenerte siempre a mi lado. Supongamos que lo que me mantiene viva es despertar un día y hacer el amor contigo en casa, y siempre en casa, y a todas partes, y en París, y en la soledad, pero volver siempre a ti.
Digamos que si eso no pasara, la vida va a desaparecer.
Supongamos que tú eres la llama que sostiene mi vida. El calor del horno creador donde se cuecen los panes de cada día, la vela antigua que aguarda, la luz blanca, mi esposo y mi esposa, la mirada, el enamoramiento profundo y perpetuo.
Digamos que ahora me pongo trágica y me instalo en el tiempo y mi vida acaba, y te sigo buscando, siempre buscando. Supongamos que mi vida es buscarte, y eso me hace desgarrarme y llorar.
Supongamos que no hallo el huequecito, la fisura, el quicio de la puerta, que los bucles se hacen infinitesimales, que todo pasa y nada pasa. Digamos que sin ti no hay música.
Digamos también que lo único que cabe ya es un milagro. Digamos a continuación que sólo creo en los milagros. Y que mi tía abuela se llamaba Milagros y era sorda y no tuvo hijos. Y que se mareaba si me miraba al balancearme yo en su mecedora de madera.
Digamos, por proseguir, que lo único que quiero y anhelo y deseo y rezo y pido y pienso y suspiro y atesoro eres tú, o el recuerdo que me quedó de ti. Supongamos que un recuerdo siempre vivo ha de ser cualquier otra cosa, menos eso. Ha de ser, tal vez, la añorada patria, y el destino.
Supongamos que estoy cansada de caminar y de peregrinar, y que ya no te busco ni me muevo, que como un burro taciturno me hinco en este recodo del silencio y me niego a moverme hasta que vengas. O, mejor, hasta que un día te encuentre por esos caminos cercanos por donde siempre está tu fantasma blanco, o, mejor aún, hasta que un día Dios me sorprenda por fin y te esté besando fuera del tiempo y besando y besando y besando y besando y besando y mirando y mirando y mirando y mirando y mirando y amando y amando y amando y amando y amando..............
Dios Mío, por favor: ¡ todo esto digamos!
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