viernes, 8 de agosto de 2014

Sangre fría


Has querido una efigie de hielo,
has creado una imagen helada,
has detenido el pulso de la vida en mí,
ahora tienes una gélida y bonita estatua.

No era esto lo que soñaba
cuando me entregué a la factoría de tus manos,
cuando te dí la llave de mi templo,
cuando te acogí en mi humilde casa.

Te complaces fríamente
en la contemplación de mi muerte
y el artista que hay en tí de lo oscuro
se deleita ante los reinos polares creados
donde nada pulsa, salvo lo inerte.

¿Es esto todo lo que eres capaz de hacer?
¿Para eso tocaste a mi puerta?
¿Te sientes poderoso ahora?
¿Ahora que sabes que mi vida corre tu suerte?

Te has convertido en el Señor de la Muerte.
Ése que goza destruyendo,
ése que loco todo lo hiela
ése que delira astillándome ahora
en mil esquirlas muertas de frío demente.

Yang embrutecido al que amo igualmente,
que asesina a sangre fría,
que cree que puede darme definitivamente muerte.

¿Hasta cuándo seguirás jugando a tornarme un frío azul
un cadáver lapislázuli
un aguado celeste escarcha
un oscuro marengo sufriente?
Pintor horrendo, que en nada repara
para obtener su paleta de colores,
ni en las súplicas, ni en las lágrimas
ni en la otrora dulce leche....

Alégrese tu corazón pues,
que sufro con tus experimentos
lo indecible y lo humanamente soportable,
aprieta los tubos hasta aplastarlos
que antes es tu egoísta y torturante creación
que la paz de mi mente.

No hallo en ti compasión,
y te ruego que me dejes,
que, como tuya soy,
no tengo otra voluntad más que la de complacerte,
pero ya no quiero ser tuya más
si esto es a lo que te dedicas
si así obtienes los frutos del arte.

Qué misterios los del amor,
que hasta a su asesino ama,
que llega a entregar el alma
si su señor así se lo reclama.

Cobra conciencia pues
de que yo soy tu eterna amada
y que me enloqueces con esta psicopatía
en la que me muero de mil y una maneras abominables
pues realmente no puedo hacer nada
porque yo te amo
condena mía de mi alma
porque si así te empeñas
seremos dos tristes y errantes fantasmas
porque si no me liberas
morirá mi estirpe, que es la tuya,
suciamente abandonada.

¡Dios Mío, te lo suplico!
¡Libérame de esta sádica daga
que sólo hurga en sangrientas llagas,
transforma a este hombre embrutecido
que a los infiernos me arrastra!

¿Qué pretendes, Verdugo de mi Alma?

¿No recuerdas que matarme no puedes,
que sólo suplicios te aguardan?
¿Por qué me quieres tan mal,
por qué te quieres tan mal?
¿Cuándo nació en ti el gusto por la carroña,
la crueldad perversa y magna,
el amor como asesinato
la lascivia de quien tortura a su amada?

A nuestros hijos masacras.....





No hay comentarios:

Publicar un comentario